1 de octubre de 2025

El asador

Un tiburón se acercaba a las costas de un país nórdico, quizá Noruega o Finlandia. En las playas había gente bañándose. El país nórdico controlaba un saliente de la playa y, lejos de la playa, la costa era jurisdicción de otro país distinto, que podría ser Turquía. 

Viajaba en helicóptero o vigilaba con un dron para supervisar el trayecto del tiburón. El sol se reflejaba en las aguas del mar, con lo que la visión resultaba difícil, pero como el tiburón se acercaba mucho a la superficie y sacaba su aleta, la labor no era todo lo complicada que cabría esperar. 

Mi hermano y yo paseábamos por el puerto de la ciudad. Conducíamos, en ocasiones, un coche eléctrico. En el puerto había carreteras superpuestas unas sobre otras, que además estaban parcialmente abandonadas e inundadas, llenas de algas. El camino hasta el puerto era muy pintoresco, puesto que las carreteras formaban puentes y arcos, con edificios antiguos y catedrales (de nuevo las iglesias abandonadas) de estilo colonial, y un túnel excavado en una montaña que llegaba hasta una recóndita cala, franqueado por barcas de pescadores.

Me sorprendía que aquella localización fuera tan llamativa, más aún cuando nadie la había recomendado y la encontré de casualidad en el mapa. Esto daba pie a pensar que en la zona podríamos descubrir también lugares interesantes para visitar.

Había, según recuerdo, una línea de casas al pie de la playa, y un hombre estaba arrojando la basura al mar. Accidentalmente, no solo acababa tirando la basura, sino también el cubo verde. Algunas casas daban aspecto de estar en ruinas, pero solo estaban descuidadas o a medio construir. Pensaba que arrojando el cubo al mar, el hombre había cometido algún tipo de infracción pero, al fin y al cabo, nadie le había visto y el acto había sido inintencionado.

En las inmediaciones del puerto, mi hermano y yo llegamos hasta un asador. El restaurante tenía un inmenso horno de leña, una cocina abierta con mostradores y un montón de postres expuestos alrededor de los cuales se afanaban cocineros vestidos de blanco. Era un poco tarde para el turno del almuerzo. Buscaba una tarta de queso, pues todo allí parecía hecho con esmero y de manera artesanal, pero no la encontraba. Había, no obstante, una tarta de nata montada que me llamó la atención. 

Mi hermano preguntó si era posible pedir una tarta de queso para mi y, ante la afirmación, acabó ordenando también la famosa tarta de nata. Finalmente, optó por pedir un plato de todos los platos de la carta. Así fue como llegaron a nuestra mesa unos espaguetis con albóndigas y un plato de arroz, todo con bastante buen aspecto y sabor. 

Disfrutábamos de las viandas en una mesa cerca de aquella cocina vista. Inopinadamente, relacionaba aquello con algunas degustaciones de influencers que había visto en internet. Sin embargo, no estábamos grabando el evento con lo que ni molestábamos al personal del local ni nos molestábamos nosotros.

30 de septiembre de 2025

El dúplex

Tenían que entregarme una casa en alquiler, allí me dirigía con mi padre. La casa era un dúplex blanco y moderno, construido en medio de una pendiente rocosa. Algo llamativo que recuerdo de la propiedad es que no estaba conectada a la red de alcantarillado, con lo cual las aguas fecales se derramaban por la pendiente. Pensaba que esto podría hacer perder el valor de la vivienda, pero también pensaba que lo mismo, dentro de la casa, aquello no era demasiado patente. 

Antes de esta situación, en una reunión de propietarios de otra finca que se celebraba en un bar, un vecino aseguraba que estaba abonando cuatrocientos cincuenta euros de comunidad. Supuse que el ascensor de la finca sería el mayor gasto, pero este solo suponía cincuenta euros del total de la cuota. Visité el ascensor y se encontraba en condiciones un poco precarias, con tablones mal puestos recubriendo la estructura. Imaginé que ascendiendo al primer piso el ascensor no revestiría peligro, otra cosa sería cuando ascendiese al quinto. Comenté al vecino que el gasto de ascensor me parecía barato, posteriormente tuve que aclarar que la cuota general era, a todas luces, excesiva. 

Algo más puedo relatar de una visita a una iglesia. La visita se encadena con otros sueños en los que veía catedrales a medio construir, pero todo se presenta ahora muy difuso y no puedo aportar muchos más detalles.

De vuelta a la casa de alquiler, recuerdo que mi padre resbaló accidentalmente por la pendiente y llegó arrastrado hasta una suerte de arroyo, donde quedó varado. Me apresuré a rescatarle bajo sus protestas, retirando la arena que había cubierto gran parte de su cuerpo. Los inquilinos estaban por llegar y dejé a mi padre a salvo descansando cerca de una barca, a fin de no llegar tarde a la cita con los inquilinos.

Los inquilinos me enseñaron la propiedad y nada más llegué, me disculpé y les referí el incidente de mi padre. Los inquilinos se mostraron empáticos y comprensivos. 

Aquella me parecía una buena casa y quizás, en un futuro, yo mismo fuera a habitarla. Al piso superior se accedía mediante un viejo montacargas y había una zona con una claraboya bastante iluminada. Pregunté a los inquilinos si aquella sala en concreto no sería muy calurosa, a lo que me respondieron afirmativamente. Planteaba que enfriar aquella gran superficie mediante aire acondicionado resultaría costoso. En la parte superior de la vivienda vi muebles antiguos y grifería chapada en oro, calidades que me sorprendieron. Los inquilinos me informaron que todo aquello ya estaba allí antes que ellos y allí se iba a quedar. Valoré que los espacios eran muy amplios y pensé que mi novia, hacía relativamente escaso tiempo, había fantaseado con residir en una vivienda más grande.

Aunque el dúplex en general estuviera bien conservado, pude observar que varias de las maderas del suelo presentaban algunos agujeros. Valoré, posteriormente, llenarlas con resina. Anduve colocando un sofá desvencijado que los inquilinos habían calzado con libros. 

Los inquilinos me informaron que estaban al corriente de todos los meses de renta, incluyendo el primero y el último, que habían aprovechado solo parcialmente. También me informaron de que tenían depositados dos meses de fianza. Les dije que no se preocuparan, que les serían devueltos, yo solo quería quedarme con lo que me justa y legalmente me correspondía.